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Ono/Ibragimova Contemplación Y Pasión

Ono/Ibragimova contemplación y pasión

© Benjamin Ealovega

JOSUÈ BLANCO     DIC. 3, 2019

Contemplación, emoción y resignación son algunos de los elementos que comparten las obras que Kazushi Ono presentó los pasados 28, 29 y 30 de noviembre. Tres obras donde sus autores comparten sus impresiones más intimas, desde el misterio de A Flock Descends into the Pentagonal Garden de Toru Takemitsu hasta la Sinfonía n.º 5 en mi menor, op. 64 de Chaikovski, pasando por Concierto para violín y orquesta n.º 1 de Benjamin Britten. 

Toru Takemitsu compuso A Flock Descends into the Pentagonal Garden (Una bandada desciende al jardín pentagonal) tras un sueño que tuvo, donde presenció esta misma imagen, después de haber visto una fotografía tomada por Man Ray en la que aparecía Marcel Duchamp de espalda, con la nuca afeitado en forma de estrella de cinco puntas. 

Todos estos elementos surrealistas influenciaron en la percepción de Takemitsu, quien aprovechó estas imágenes en la composición de esta obra, a la vez que elementos propios de su lenguaje y tradición musical, como la escala pentatónica tradicional de Japón, resaltando de esta manera las visiones de este sueño, desde los pájaros volando por encima del jardín como el aire o el agua moviéndose lentamente. Toda una imagen contemplativa cargada de simbolismo, así como la propia idea del jardín, una idea clave dentro del proceso de composición del autor: 

«No circulamos por un jardín de forma lineal, sino circular …, siempre se vuelve. Escribo música situando objetos en mi jardín musical, del mismo modo que se colocan objetos en un jardín japonés. Desde los jardines he aprendido el sentido japonés del tiempo y del color»

De la misma manera es el recorrido del oyente en esta obra, recorriendo las cinco esquinas del jardín y observando los detalles que Takemitsu nos describe con su música. 

El Concierto para violín y orquesta n.º 1 de Benjamin Britten también es descriptivo en muchos de sus aspectos, la obra fue compuesta en los últimos años de la guerra civil española, conflicto que Britten siguió de cerca muy preocupado por los eventos que iban sucediendo así como por el aumento del fascismo. En esta obra, así como en algunas otras del mismo periodo, Britten expresa artísticamente su creciente conciencia y ansiedad sobre los acontecimientos mundiales que se desarrollaban. Cabe recordar también su visita a España el 1936, poco antes del inicio del conflicto, Britten había asistido al Festival Internacional de Música Contemporánea de Barcelona, donde había acompañado al violinista Antoni Brosa en la primera actuación de la Suite para violín y piano, op. 6. El programa del festival también incluyó el estreno mundial, y de manera póstuma, del Concierto para violín de Berg, que hizo una profunda impresión sobre Britten. Más allá de las posibles influencias que pudo tener en él esta obra, su concierto para violín es un ejemplo de la intención del artista por “hablar” o más bien “gritar” ante algo que le parece injusto y le produce dolor. 

Así se muestra en la música: El primer movimiento tiene claros efectos rítmicos que pueden recordar marchas militares, encima de los cuales el violín entra con un lamento parecido a una canción, elevándose sobre la orquesta poco a poco, de manera más dramática, elevando el tono de la obra, siempre en una dicotomía, entre lo juguetón, casi irónico, y lo dramático o contemplativo. 

El segundo movimiento recuerda inequívocamente a Prokofiev, marcadamente rítmico, casi elaborando un movimiento continuo incesante y salvaje. El movimiento culmina en una impresionante cadencia que, si bien recuerda el material musical del primer y segundo movimiento, actúa como un vínculo orgánico directamente hacia el tercer movimiento. 

Momento clave para el solista, no solo por la dificultad técnica que presenta si no por la carga emocional y el carácter que requiere el pasaje, así como la parte solista en general, Alina Ibragimova tuvo que dar la cara para defender el papel. Sin duda su pasión y entrega fue lo que había traído a muchos de los oyentes al Auditori.

Britten usa el término passacaglia para el movimiento final, elaborando un conjunto de variaciones sobre un bajo, inicialmente introducido por el trombón, por encima del cual se despliegan variaciones individuales, tomando personajes de canciones, bailes, caprichos y marchas. Al final, el bajo se reduce a reminiscencias del canto. El conjunto de todos estos elementos componen un lamento por todos aquellos que han muerto ante el avance del fascismo en la guerra de España, un homenaje sentido y casi desesperado por un destino irrefrenable. 

Este mismo destino irrefrenable es el que describe Chaikovski en su Sinfonía n.º 5 en mi menor, op. 64. 

Aunque, contrariamente a sus dos anteriores sinfonías, Chaikovski no había dejado un guion claro en referencia a esta composición, un mes antes de empezar a escribir esta quinta sinfonía el autor bosquejó un escenario para su primer movimiento en su cuaderno, donde escribió: «… Una renuncia completa ante el destino, que es lo mismo que la predestinación inescrutable del destino…»

Los cambios del destino son una constante en los diferentes movimientos, todo y que sigue los pasos de la anterior sinfonía, con un motivo cíclico que se va repitiendo a lo largo de la obra, un tema clave que representa el destino, también es notorio que la evolución de este material en los diferentes movimientos siempre llevan a la esperanza o una visión más positiva o calmada ante la desesperación. Siempre en la dicotomía entre mayor/menor, entre la esperanza y la inevitabilidad del destino.

El segundo movimiento, una abertura de luz, destaca por la serenidad y la contemplación de la abertura, con el solo de trompa presentando el motivo, finalmente el material evoluciona llegando a un clímax mucho más pasional, pero de nuevo este material retorna a la calma inicial.

Por contraste el tercer movimiento predomina el carácter más ligero y volátil, también con pasajes oscuros, pero siempre con la naturaleza ágil y de danza que marca el movimiento.

El Finale, sigue el carácter de los dos primeros movimientos, claramente ambiguo, presentando el tema del destino, pero con un final esperanzador, casi glorioso en un seguido de acordes de Mi mayor, en diferentes disposiciones, que hacen pensar en el triunfo de la esperanza al final de este camino tortuoso que Chaikovski nos presenta a lo largo de la sinfonía.

No es ninguna novedad, sinceramente, escuchar la Quinta Sinfonía de Chaikovski en l’Auditori, pero siempre es una novedad escuchar la interpretación que Kazushi Ono puede llegar a hacer de una obra clave como es la quinta. También cabria señalar la participación de los alumnos de l’ESMUC, al merecido nivel de una orquesta profesional como es la OBC. 

auditori.cat

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