‘Parsifal’ vuelve a su hogar
ISRAEL DAVID MARTINEZ JUN. 5, 2023 (Fotos: ©A. Bofill)
Parsifal, concebido como figura de la pureza y como un enviado, salvará de su debilidad al Santo Grial en la tradición literaria que culmina en la ópera de Wagner. En las narraciones que nutren esa tradición, la búsqueda del Grial se presenta como una alegoría del camino espiritual de un héroe hacia la transformación personal, donde uno de los ejes esenciales de la narración es la individualidad del alma en evolución. El héroe actúa por su cuenta en busca de la iluminación y refleja la absoluta soledad ante el destino, figura también de larga tradición occidental. Tal y como sucede con la figura cristiana de Jesús (sobre la cual el compositor dejó un proyecto inacabado de ópera), Parsifal deberá recorrer el largo camino que le conducirá hasta la salvación –propia y ajena– aislado del contacto humano, afrontando las dificultades y procurando alcanzar la redención (Erlösung). El protagonista encarna la dimensión interior de la aventura, una lucha interior entre lo mundano y lo trascendente. Si tenemos en cuenta que su principal cimiento e inspiración filosófica en esta última etapa -y desde el fracaso revolucionario de 1849- ya no será Ludwig Feuerbach, sino Arthur Schopenhauer, la figura del salvador se identifica con el artista, como sucede en el pensamiento estético schopenhaueriano, donde se confía sólo al conocimiento estético la liberación de la esclavitud a la que la voluntad somete a la naturaleza humana. En ese universo intelectual que hunde sus raíces en el primer romanticismo, la redención se alcanza mediante el arte.
(Foto: © A. Bofill)
PRODUCCIÓN
Doce años ha tardado el Liceu en reponer uno de los títulos más importantes del inabarcable repertorio wagneriano. Para tal ocasión se ha propuesto una co-producción con la Opernhaus de Zürich, firmada por Claus Guth. Al estilo ‘tío vivo’ –que tanto gusta en el Liceu,– el escenario rota sobre sí mismo para intentar dar cierto dinamismo a una narrativa contemplativa. Dejando al lado la constante incongruencia de lo que se canta con lo que se muestra, –Wagner es muy preciso sobre lo que ocurre en cada escena y Guth pasa olímpicamente buscando una supuesta originalidad– la propuesta se sitúa en un hospital entre guerras. Tanto los escenarios como las proyecciones en vídeo deberían actualizarse y replantearse, sobre todo si uno ha visto la mítica producción de François Girard en el MET.
(Foto: © A. Bofill)
CANTANTES Y DIRECCIÓN
En cuanto a los cantantes Nikolai Schukoff (Parsifal) estuvo algo engolado, René Pape (Gürnemanz) falto de fuerza, Elena Pankratova (Kundry) voluntariosa, Matthias Goerne (Amfortas) fantástico, Evgeny Nikitin (Klingsor) potente y Paata Burchuladze (Titurel) ondulante.
Lo mejor de la velada, sin duda, estuvo en la orquesta y en su director Josep Pons. A pesar de la incorrecta decisión de utilizar unas campanas digitales o de situar el coro –del final del primer acto– tal alejado que casi no se percibía, la orquesta supo transmitir un sonido puro aún con tempos excesivamente rápidos.
El primer teatro del mundo, donde oficialmente se interpretó Parsifal tras el veto de Bayreuth, fue el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Esperemos que no pasen otros doce años para volver a disfrutar del “festival escénico sacro” más alucinante de la historia.