Poema sin danza
(Photo by May Zircus)
By JOSUÈ BLANCO MAR. 10, 2019
Innovación, transgresión y vanguardia sin algunas de las palabras que definen el ambiente musical parisino de principios del Siglo XX, las 3 obras que nos presentó la OBC, bajo la dirección de Kent Nagano, este pasado fin de semana describen perfectamente este contexto: desde un veterano Saint-Saëns y su 5º Concierto para piano y orquesta hasta un joven y polémico Stravinsky con su inconfundible Consagración de la Primavera, pasando por otro ballet: Jeux de Debussy.
Justamente con esta pieza se abría el concierto. Jeux: poème dansé, es decir: Juego, poema danzado, esta obra constituye uno de los mejores ejemplos de la música para danza de Debussy, aunque fácilmente eclipsada por Preludio a la siesta de un fauno, aunque curiosamente esta segunda obra no estuvo pensada en un inicio como un ballet, fue el famoso coreógrafo y bailarín Vaslav Nijinsky quien lo convirtió en tal.
Más allá de las curiosidades, Jeux representa perfectamente la evolución del lenguaje de Debussy: la riqueza sonora y armónica siempre en busca de una arquitectura musical fluida, casi sin fronteras, con una total libertad a la vez que compleja, que elabora un mosaico donde la materia sonora se fragmenta y retroalimenta.
Todo este marco sonoro se torna el escenario ideal para un argumento aparentemente banal, ideado por el propio Nijinsky, basado en un trío amoroso que “juegan” entre ellos con la excusa de buscar una pelota de tenis perdida, un verdadero escándalo para la época, algo a lo que el bailarín estaba acostumbrado y que seguía con su ideal de un nuevo arte, una danza moderna que supiera reemplazar drásticamente todo lo que había hecho hasta entonces en materia de ballet, constituyéndose por antítesis directa con las reglas clásicas.
Un poco anterior fue el estreno del 5º Concierto para piano y orquesta de Saint-Saëns, el experto compositor planteó en su último concierto para este instrumento una mezcla descriptiva de diferentes lugares que había visitado, de hecho este concierto se encuentra entre las piezas más exóticas del compositor, mostrando influencias de la música javanesa, la música española y la música del Oriente Próximo, este hecho explica que Saint-Saëns escribiera su concierto en Egipto, durante uno de sus frecuentes viajes invernales a Luxor, esto propiciará que el concierto reciba el sobrenombre de egipcio. Para Saint-Saëns el concierto representaba un viaje por mar, desde donde podemos escuchar diferentes melodías y ritmos llenos de contraste, pero por encima de todo ello reluce el virtuosismo del piano, Jean-Yves Thibaudet puso la nota de color en el papel del piano solista. Su larga carrera acredita su gran nivel ante el piano, siendo cuarta vez que el pianista actúa con la OBC, después de haberlo hecho en 2002, 2009 y en 2017 por última vez.
Bastante mas “clásico” que Debussy, este concierto se construye sobre la estructura en 3 movimientos Allegro-andante-allegro, siendo el más singular el segundo de ellos, donde podemos escuchar estas influencias orientales que el compositor recibió a lo largo de sus diferentes viajes, destacando los efectos de gamelán en el piano solo, un efecto sencillo pero con un gran resultado sonoro, además de incluir un fragmento de un canto de amor nubio que el compositor escuchó cantar a los remeros del Nilo. Finalmente el concierto concluye con un movimiento breve pero brillante y de gran complejidad para el piano.
Más de cien años después la Consagración de la primavera sigue levantando emociones y controversias, una de las grandes obras del siglo XX que cambiaron el rumbo de la música instrumental, bajo la explosión de energía y colores deslumbrantes, el genial compositor ruso ofrece, con fantasía innovadora, matices suaves y un equilibrio de la plantilla orquestal admirable. La modernidad del lenguaje y un sentido de la narración que evita cualquier concesión romántica quedan plasmados en una escritura de precisión sorprendente, transparente, clara y agitada por el papel inquietante que juega el ritmo como impulsor de la narración. Stravinsky crea un nuevo plano sonoro, llevando al límite las barreras armónicas y rítmicas ofreciendo un marco perfecto para una danza brutal y llena de exaltación que en las manos, de nuevo, de Vaslav Nijinsky ofrecieron una coreografía novedosa y feroz.
Todo esto implica una interpretación compleja y llena de dificultades, fue todo un reto para Kent Nagano, quien visitaba por primera vez a la OBC, mantener a ralla y hacer confluir toda la energía de esta obra maestra; la orquesta en determinados momentos se mostró dispersa y con algunas diferencias de tempo a las que Nagano tuvo que hacer frente para reconducir el potencial sonoro, en algunos pasajes pareció que reducía el tempo para asegurar la estabilidad de la estructura y el equilibrio de todo el conjunto orquestal. Aún así la orquesta supuso sobreponerse y estar a la altura de las expectativas de todo un público impaciente por oír en directo este clásico del Siglo XX.
Resulta curioso, por otra parte, que estemos acostumbrados a escuchar obras como la Consagración de la primavera o Jeux en formato concierto, es decir sin la danza a la que acompañan, estas dos obras nacieron de hecho con la intención de ser interpretadas con esta finalidad, el mismo subtitulo que Debussy proporciona a Jeux nos lo indica: poema danzado; lo cual nos deja siempre la pregunta abierta de si nos estamos perdiendo algo más cuando escuchamos este tipo de obras, también es cierto que son muchas las coreografías que se han planteado para estas piezas y la música sin embargo sigue siendo única e invariable, obras maestras que llegan a traspasar su propia condición de música de danza convirtiéndose en iconos del gran repertorio.