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¿Quedarte En Casa O Probar Una Cita Online? Un Desafío Para Mujeres Solteras

¿Quedarte en casa o probar una cita online? Un desafío para mujeres solteras

(Imagen DALL·E)

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ     ENE. 9, 2025

Una noche de octubre, Sarah se encontró frente a su pantalla de laptop, el cursor parpadeando en la barra de búsqueda de una aplicación de citas. En la cocina, una botella de vino tinto apenas abierta reposaba al lado de un queso Brie que empezaba a sudar bajo las luces cálidas del comedor. Había cancelado la cita que tenía esa noche con un tipo llamado Isaac —«algo sobre su insistencia en hablar del zodiaco me desconcertó», le explicó a una amiga por mensaje. Sin embargo, el eco del silencio en su apartamento le resultaba, esa noche, un poco menos acogedor que de costumbre.

En los últimos años, muchas mujeres solteras como Sarah se han enfrentado a una elección que, si bien parece trivial, lleva consigo una carga emocional profunda: quedarse solas en casa o aventurarse en el impredecible mundo de las citas online. Ambas opciones tienen sus riesgos y recompensas, y ninguna garantiza una solución a esa mezcla de soledad y autoafirmación que impregna las noches tranquilas y las charlas inócuas con extraños.

¿Qué hace que el sofá, una serie de Netflix y una mascarilla facial parezcan tan seductores frente al prospecto de una cita que podría ser tan emocionante como una película indie o tan tediosa como leer los términos y condiciones de una aplicación? Según un estudio de la Universidad de Stanford, más del 40% de las parejas actuales en Estados Unidos se conocieron online. Sin embargo, un 30% de las mujeres entrevistadas declararon sentirse “emocionalmente agotadas” tras usar apps de citas. Sarah, como muchas otras, pertenece a esa categoría. «¿De verdad tengo que pasar por el proceso de filtrado, la charla aburrida, el ‘¡Hola, ¿qué tal tu semana?’ solo para recordar por qué disfruto tanto estando sola?», bromeó en un grupo de WhatsApp.

Pero el dilema no es solo logístico, sino también filosófico. Investigaciones en psicología social, como las de Bella DePaulo, han analizado los estigmas y las experiencias de las personas solteras. Sus estudios muestran que muchas mujeres que eligen conscientemente la “soltería activa” —es decir, disfrutar de su tiempo a solas y priorizar sus propios intereses— reportan niveles de satisfacción y bienestar comparables a los de mujeres en relaciones estables. Sin embargo, la presión social para justificar su estado civil o “hacer algo” al respecto sigue siendo una constante, reflejando los prejuicios persistentes en torno a la soltería.

(Bella DePaulo)

La historia de Sarah refleja este conflicto. Mientras hojeaba perfiles esa noche, se topó con el de un hombre llamado Benjamín. Ingeniero, amante de los perros y de los periquitos, de los melocotones en almíbar, de las cortinas de macramé y “1,93 de altura” (dato clave, según su perfil). Hablaron brevemente sobre literatura —«Dostoievski es un poco deprimente, pero amo su profundidad»— y sobre qué restaurantes valían la pena en Barcelona. A Sarah le gustó su tono empalagoso. Decidió darle una oportunidad y aceptar su propuesta de un café en el ‘Boldú’ de Francesc Macià esa misma semana.

El encuentro resultó ser cálido, pero también predecible. Sarah lo describió como “la versión humana de un abrazo de tía, reconfortante pero sin chispa”. Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa bajo las luces amarillas de las farolas, pensó en el tiempo que había pasado preparando esa cita: la elección del atuendo, el maquillaje, el esfuerzo emocional de presentarse con la mente abierta. ¿Había valido la pena?

La respuesta llegó en un momento de claridad. Sí, pero no por las razones que esperaba. Había valido la pena porque, al salir de su rutina, había recordado algo importante sobre sí misma. Aunque la cita no resultó memorable, el simple hecho de intentarlo reafirmó su poder de decisión. Elegir entre quedarse en casa o salir al mundo era, y siempre sería, únicamente suyo.

En un mundo que glorifica la productividad, incluso en el amor, elegir la soltería activa o el riesgo de una mala cita online es, en sí mismo, un acto de rebeldía. Quizá no hay respuesta correcta a la pregunta de si es mejor quedarse sola en casa o tener una cita online. Para Sarah, la verdadera victoria no estaba en la botella de vino ni en la charla con Benjamín, sino en recordar que ambas opciones son válidas si vienen acompañadas de autenticidad y un toque de valentía.

Y así, Sarah cerró su laptop esa noche, con la promesa de que la próxima decisión —ya sea quedarse en casa con su Brie o aventurarse al mundo virtual— también la tomaría por ella misma, y solo por ella.

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