¡Tengan un feliz Winterreise!
By GONZALO VILLEGAS MAY. 8, 2017
Abre el acto una erudita y bonita nota de programa, con algunos cabos que podrían atarse mejor: Müller no llega a conocer el Winterreise schubertiano del que había escrito 12 y 12 de los poemas; pero esa manera de simultaneizar el pensamiento de ambos en el comentario, deja entender fácilmente lo contrario. Luego de esto, bien… se va por las ramas hasta una referencia a Joseph Conrad que requiere de un párrafo enorme para sostenerse. Démosle igualmente la bienvenida, si de aportaciones afines se trata. El segundo en aparecer: la traducción de los textos al catalán tiene una cadencia forzada, tanto como los Wagner versionados en otra guisa por Joaquim Pena (también la elección de alguna traducción está rozando el equívoco en el significado). Uno se puede perder en la poética de la traducción y descentrarse del concierto: ¿“el tell” es la traducción más conveniente del alemán para tilo siendo también aceptado por el diccionario el uso de “til·ler”?, mucho más intuitiva creo yo. Supongo que dicha cuestión no dejará de suscitar la controversia de si se quiere una traducción literal funcional o una traducción poetizada. Por cierto, la cantidad de errores tipográficos en los textos son tamaños como para sugerir que la revisión deba someterse a más revisión todavía.
Vayamos a por el plato principal, tercero en aparecérsenos, a cargo del tenor Mark Padmore y el pianista Paul Lewis: esos 80 minutos de un Schubert ya demasiado amante del vino, machacado por una alta autocrítica, un mal heredero para la Viena de Beethoven si sólo para un año les va a sobrevivir. Puntualiza algo interesante el amigo Gago con lo que trazar un paralelismo: Schubert exclama a sus íntimos “ya les gustarán algún día” [las canciones] cuando les ofrece una pequeña audición de los primeros 12 números (febrero de 1827); lo mismo sucede en esas mismas fechas con un moribundo Beethoven sobre su Cuarteto número 13: aparece en sus cuadernos de conversación “Vuestro Cuarteto, bien ejecutado por Schuppanzigh, no ha interesado” y replica Beethoven ecuánime “Ya les gustará algún día”.
Primeras elecciones: es de día cuando el concierto empieza con un preludio de teléfono móvil en lo alto de un selfie-stick en primeras filas de platea, aún y así no retiramos la iluminación de sala; segunda, ¡y muy buena!, la pasa-páginas que arruinó la imagen de un enfurecido Ashkenazy (padre) cuando vino a por el dúo de piano con su hijo repite cita: en su momento ya me dirigí a la institución sacando a relucir ese hecho y ofreciendo mi ayuda al efecto que fuese necesario –no hubo respuesta.
Segundas elecciones: para mí, hay dos pasajes en los primeros 12 Lieder que hacen las veces de piedra de toque, no contemplaba la sorpresa de discrepar ya en el primer Lied, transcurriendo a una velocidad de crucero insólita y poco prometedora, inestable para el llamado “Lied más largo del ciclo”. Éste me servirá para aportar algo más al contraluz, además de las dos piedras de toque: Wasserflut, donde nos volvemos a encontrar con una imposición extrema de tempo, también una duración superior a la media y una necesidad de tener bajo control la expresividad que en un par de ocasiones es solicitada por la partitura bajo el término stark, y en esa curva el conductor que desconozca se sale de la carretera (aquí se calibra la velocidad con la que han decidido arrancar y si el carácter se muestra suficientemente moldeable a los distintos lugares del viaje); el segundo pasaje o piedra de toque es el que debe dar sentido de equinoccio a la primera mitad del ciclo, compuesta como una sola cosa por Schubert antes de publicados cuadernos adicionales de Müller –se trata ahora del Einsamkeit.
Llegados a este punto hay dos riesgos de ir a la guillotina: o el público no soporta, por un lado, que no haya una pausa para el coqueteo, y por otro, la ausencia de sensación de cierre de la primera mitad (sí que hacen unos segundos de impasse para que las toses y caramelos tengan tiempo de relajarse antes de los siguientes 12 Lieder); o bien que cantante y pianista decidan hacer un parón: pecado capital para los asistentes no-zombies, la audiencia de calidad (por sorpresa mía, se manifestaban numerosos), o alivio para el flojo público que resoplaba mirando el móvil desde la cuarta canción. Lamentablemente, el trono no se ha defendido con dignidad en ninguna de las posturas posibles.
Segunda mitad del viaje: ¡por fin, a la segunda canción, Lewis está pendiente de Padmore y lo incluye en sus planes de interpretación de la obra!, que en algunos casos ha llegado incluso a sonar de una métrica insultantemente explícita como fue en Auf dem Flusse. Avanzamos unos Lieder más hasta Rast, justo antes de llegar al jocoso y conocido Frühlingstraum: se le requiere al cantante un in der Still erst deinen Wurm pequeñito, en un registro que para nada debería ser comprometedor, pero en el caso de Padmore ha sido cuestión nanométrica que no se le rompiese el hilo de voz, desvirtuando así toda credibilidad en la consiguiente repetición del verso y conclusión de la canción. Se podía palpar que nos acercaríamos al final del recital porque a los tres antes de alcanzar el último, ese Leiermann, deciden poner la marcha directa: uno va al galope, otro va al trote y la sensación es de “vamos a acabar esto ya, que se ha hecho de noche”.
El ‘discípulo’ de Brendel parece no haber reparado en reflexiones sobre en qué términos tañer el piano ni estando tan expuesto como ejemplifica ese último número del ciclo: es un organillero que tiene que sonar como tal. De nuevo me enciende la ira la traducción: ¿L’home del manubri para esta canción? Por favor, estando disponibles voces del diccionario como orguenet y orgue de maneta, ¿no podría buscar usted una expresión que no despiste tanto al lector-oyente y, a poder ser, menos malsonante? Pero el organillero del Palau decidió ensombrecer al paseante con una expresión corporal (frente, cejas, hombros y muñecas) que anhelaba el ascenso al sublime kantiano, olvidando que camina muy lejos de tener nada que ver con ello lo que hemos presenciado hasta aquí.
Los integrantes del dúo se posicionan en el mercado ofreciendo, entre otros, alguna referencia discográfica: pues bien, en el mismo Harmonia Mundi para el que grabaron, pueden esperar en la cola detrás de Goerne con Eschenbach. Por lo que respecta al directo, no se perdieron ustedes nada: una de estas noches próximas, cuando dispongan de un rato de reposo, escojan una de las versiones históricamente encumbradas del ciclo schubertiano y disfrútenla en casa, y tengan así al menos un feliz Winterreise.
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