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‘Un Ballo In Maschera’ Llega Al Liceu

‘Un Ballo in Maschera’ llega al Liceu

El escenario del Gran Teatre del Liceu se llena de misterio con la llegada de Un ballo in maschera de Verdi, que podrá verse del 9 al 20 de febrero con un total de 9 funciones, más una sesión exclusiva LiceUnder35 el 7 de febrero.

La producción

Un ballo in maschera gira en torno a una conjura —un grupo de hombres busca la manera más efectiva de matar a otro—, y el plan se consumará en una mascarada, en la que el anonimato facilita llevar a cabo con éxito un acto tan horrible. Todo esto funciona porque la máscara es un símbolo poderoso conocido por todas las culturas: representa la capacidad temporal que tiene una persona o una colectividad para ser otro durante un tiempo, para esconderse y confundir, y así subvertir el orden social, negarse a cumplir la norma y cruzar una realidad alternativa. En este caso, el resultado es un crimen espantoso e injusto, pero sabemos —por fiestas como el carnaval o la noche de difuntos— que el disfraz también puede ser sinónimo de alegría y conexión.

La idea principal de este proyecto —que Vick no pudo completar y que reanudó su amigo y discípulo Jacopo Spirei, que es el cocreador de facto de la puesta en escena— es que la máscara siempre está presente. Por ejemplo, la acción comienza con el funeral de Riccardo, el protagonista, que muere al final —la producción, pues, tiene una estructura circular—, y vemos cómo quienes habían deseado su muerte ahora lloran y se lamentan. ¿Es una pena real o una mentira? Nadie en esta ópera es quien dice ser, todo el mundo tiene algo que esconder o de qué arrepentirse, y todo el mundo cambia de opinión: la máscara es una realidad temporal que les afecta sin distinciones. Pero, además, Vick introdujo otra idea: el baile de máscaras —la celebración colectiva— no debía tener lugar únicamente al final, sino donde fuera posible en todo momento. Tanto al comienzo de la ópera, como al final del primer o segundo acto, el escenario se llena de figurantes que representan diferentes maneras de subvertir o hackear la realidad: figuras andróginas, travestis, cómics, acróbatas que desafían la gravedad… Además de aportar un dinamismo constante a la acción –excepto en las escenas introspectivas, que es cuando el escenario queda vacío–, este movimiento coreografiado por Virginia Spallarossa ayuda a diferenciar bien los tempos de la ópera, que pasa constantemente de la alegría en la gravedad.

Como viene siendo habitual en sus producciones, Graham Vick quiso mezclar los tiempos históricos, con una escenografía moderna —aparentemente minimalista, donde son más importantes la luz y el color para crear una sensación de espacio que la acumulación de objetos— que choca con el vestuario de época, más clásico, en todos los personajes principales, todo ello obra del escenógrafo Richard Hudson. La escena, al mismo tiempo, se divide en dos alturas, otra de las convenciones usuales en Vick: el corazón ocupa un piso superior de punta a punta del escenario, y cuando interviene es como si irrumpiera por sorpresa, creando una nueva situación de agitación y velocidad.

La partitura

Cuando Verdi escribió Un ballo in maschera, ya gozaba de un importante éxito por la popularidad de las numerosas obras que había escrito: Nabucco (1842), Macbeth (1847), Rigoletto (1851), Il trovatore (1853) o La traviata (1853), entre otros. En esta posición sólo aspiraba a buscar temas musicales nuevos y audaces a partir de una potente historia, en este caso, el asesinato del rey de Suecia, Gustavo III, en 1792, en plena fiesta de disfraces.

Envidias y conspiraciones, mezcladas con pasiones amorosas, política, celos, venganzas y el perdón final confluyen en una obra maestra de Verdi. En Nápoles, la ópera despertó las iras y prohibiciones de la censura: no se podía asesinar a un rey en el escenario, había dificultades para mostrar escenas de brujería, frente a la infidelidad había de haber remordimiento y los conspiradores habían de odiar al duque por razones hereditarias. Así, el compositor se vio obligado a hacer adaptaciones importantes ya transportar la trama de Suecia al Boston de finales del siglo XVII.

El maestro que dirigirá la orquesta será un buen conocido del público del Liceu y un consumado especialista verdiano, Riccardo Frizza. Bajo su batuta habrá un elenco de cantantes extraordinarios. Los principales papeles de Un ballo in maschera tendrán dos voces que se irán alternando: el inglés de origen italiano Freddie de Tommaso, una de las grandes revelaciones de los últimos años y uno de los tenores más espectaculares de esta década, compartirá el rol protagonista de Riccardo con el mexicano Arturo Chacón-Cruz, un veterano especializado en papeles líricos ligeros a los que aplica un punto de fuerza necesario. El antagonista de Riccardo, Renato , escrito para voz de barítono —el clásico malvado de Verdi con voz aterciopelada pero grave—, le encarnarán dos cantantes jóvenes con el perfecto punto de madurez, el polaco Artur Ruciński y el italiano Ernesto Petti . Amelia, la protagonista femenina, la cantarán dos sopranos dramáticas bien conocidas por el público de Barcelona, la italiana Anna Pirozzi y la madrileña Saioa Hernández. Ulrica, un papel para voz grave, lo defenderán dos veteranas con poderes ampliamente contrastados, las mezzosopranos Daniela Barcellona y Okka von der Damerau. El personaje cómico de Oscar, el paje de Riccardo, está escrito para soprano de coloratura, y recaerá también en dos voces elásticas y expresivas, las de Sara Blanch y Jodie Devos. El resto de personajes serán, en todas las funciones, para los siguientes cantantes: Silvano , uno de los miembros de la corte de Riccardo , lo cantará el barítono David Oller ; y los conspiradores Samuel y Tom serán, respectivamente, Valeriano Lanchas y Luis López Navarro. Un reparto equilibrado, de garantías, y que permitirá elevar al máximo nivel ese difícil reto que es Un ballo in maschera .

Más información:

liceubarcelona.cat/

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