Un rayo de luna en la ‘commedia dell’arte’
JOSÉ MARÍA GÁLVEZ FEB. 27, 2024 (Fotos: ©Javier del Real)
Hace 112 años Arnold Schönberg (1874-1951) escribió el impresionante melodrama para voz y conjunto instrumental “Pierrot lunaire, Op. 21” sobre los versos de la colección “Pierrot lunaire. Rondels bergamasques” del poeta belga Émile-Albert Kayenberg (1860-1929) más conocido por su seudónimo Albert Giraud, en una traducción al alemán de Otto Erich Hartleben (1864-1905), que mantiene la suficiente crudeza, espontaneidad y expresividad del original como para que el padre del dodecafonismo modele con unos medios instrumentales austeros y un estilo vocal que le es propio, el Sprechgesang, una partitura que lejos de resultar monótona, plano o tediosa, está llena de matices que van desde el susurro cuidadoso hasta el desgarro vocal que rasga el aire con su arco disonante.
Schönberg enmarca su Pierrot entre dos caballos de batalla del inicio del expresionismo, cuando aún no se le había dado ese nombre, como son “Herzgewächse, Op. 20” y los “Vier Lieder für Gesang und Orchester, Op. 22”, respondiendo a lo que Anton Webern (1883-1945) denominó “Ausdruckskunst”. Este es el sustrato y el entorno en el que nace el viaje interior de un atormentado pierrot, desde la borrachera de luna inicial, “Mondestrunken”, hasta el bálsamo que supone reencontrar sus viejos perfumes de Bérgamo, “O Alter Duft”, cuando recupera un cierto estado previo a la agitación que ha significado el tránsito violento por lo hondo de su alma, del alma desconocida.
PIERROT SABATA
Uno de los protagonistas de la commedia dell’arte es Pierrot. Personaje del mundo de la risa, o del querer hacer reír, de blanca piel y blanca ropa, disociando de forma sutil persona y envoltorio, identificándose con la luna y el amor no correspondido. Pierrot que levanta sobre el escenario el contratenor Xavier Sabata, encargado igualmente de la dirección de escena. En la temporada 2018-2019 tuvimos la oportunidad de escucharlo en un estupendo Endimione en “La Calisto” de Francesco Cavalli (1602-1676) sobre un libreto basado, a su vez, en las Metamorfosis de Ovidio (43 a.C – 17 d.C).
Ahora, en su montaje, producción del Teatro de La Abadía junto al Teatro Real, recupera las Metamorfosis de Ovidio con el mito de “Narciso” y lo antepone a la pura ejecución del melodrama schönbergiano. Narciso también es un paradigma del amor no correspondido, del amor imposible, posiblemente del amor más perverso, lo que en palabras de Federico García Lorca (1898-1936) es “Narciso. / Mi dolor. / Y mi dolor mismo”. Este dolor lacerante del amor que duele es el que los versos de Albert Giraud destilan desde el primero de ellos.
Es una elección arriesgada la de Xavier Sabata trayendo a Ovidio y confrontándolo como espejo de dos almas atormentadas que, como él dice en las breves notas al programa, dialogan. Monólogos, más que diálogos, pero que una vez alojados en nuestro interior sí interactúan y se complementan dialogando como fantasmas.
Xavier Sabata luce unas estupendas dotes de actor en su monólogo en el papel de Narciso, de voz y dicción clara, limpia y potente, así como un envidiable registro de contratenor, de amplia gama, junto al abanico de matices, intensidades, ataques, etc., que es capaz de ofrecer en cada una de las partes de las 21 que componen el melodrama.
Todo ello realzado por una escena mínima, tan mínima que se reduce a la pequeña plataforma circular que gira sobre sí misma sin fin, mostrando todas las caras del Pierrot, junto a la iluminación conducida con gran acierto por Cube.bz.
El aplauso fue unánime reconociendo el ingente trabajo de Xavier Sabata, principalmente en su cometido de dar voz y forma al Pierrot lunar, pero también el buen hacer de los solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real, colocados sobre la escena en semicírculo alrededor del protagonista y que en esta ocasión merecen ser nombrados por su calidad en el detalle, estando Pilar Constancio a la flauta y el flautín, Ildefonso Moreno al clarinete y clarinete bajo, Sonia Klikiewicz al violín y a la viola, Natalia Margulis al violonchelo y Karina Azizova al piano, bajo la dirección de Jordi Francés, garantía de bien hacer en este repertorio y responsable junto al contratenor del éxito que supuso la representación.
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