Una “Die Fledermaus” que batió sus alas sin despegar
(Imagen: ©Gran Teatre del Liceu)
ISRAEL DAVID MARTÍNEZ DIC. 19, 2024
La esperada representación de Die Fledermaus de Johann Strauss en el Gran Teatre del Liceu el pasado 18 de diciembre dejó un sabor agridulce, una ironía cruel para una opereta conocida por su efervescencia y alegría contagiosa.
El elenco vocal, encabezado por una brillante Iulia Maria Dan como Rosalinde y una chispeante Alina Wunderlin en el papel de Adele, logró insuflar vida a una producción que luchó por escapar de las limitaciones impuestas por una dirección orquestal plana y una sonoridad insuficiente. Dan demostró una técnica impecable y un fraseo elegante que dieron profundidad a su interpretación, mientras que Wunderlin, con su coloratura ágil y carisma escénico, fue la chispa que mantuvo a flote la velada.
Sin embargo, la orquesta invitada, Les Musiciens du Louvre, dirigida por Marc Minkowski, estuvo lejos de estar a la altura de las expectativas. Resulta desconcertante que el Liceu optara por traer una formación externa cuando su propia orquesta podría haber entregado un sonido más pleno y dinámico. La interpretación careció de la exuberancia que define a Strauss. Ni el ritmo chispeante ni los contrastes que hacen de Die Fledermaus una obra tan encantadora estuvieron presentes.
La falta de potencia y cohesión de los instrumentistas fue evidente desde los primeros compases, dejando hueca la textura orquestal. Minkowski pareció dirigir con prudencia excesiva, como si temiera que un exceso de pasión desmoronara la frágil estructura que tenía frente a él. Además, el reducido número de músicos no permitió alcanzar el carácter sinfónico que esta partitura requiere. Si lo hubiera sabido, yo mismo me habría llevado el violonchelo para obtener un sonido más compacto, más a orquesta sinfónica.
En suma, fue una noche en la que los intérpretes vocales se alzaron como los auténticos héroes, salvando un espectáculo que parecía condenado a permanecer en tierra. Si bien el talento de Dan y Wunderlin dejó destellos de lo que podría haber sido, la falta de una base orquestal sólida convirtió esta representación en un vuelo que nunca despegó. Un recordatorio, quizás, de que a veces la solución está más cerca de casa de lo que pensamos.