Una Navidad entre humanos y algoritmos
(Imagen: DALL·E)
ISRAEL DAVID MARTÍNEZ DIC. 25, 2024
Una tarde de diciembre, Marta se encontraba en el sofá de su salón, con una copa de vino caliente en la mano y las luces del árbol de Navidad reflejándose en sus ojos. Era el primer día de las vacaciones escolares, y sus hijos corrían por la casa, discutiendo sobre cuál de ellos tenía el derecho de colocar la estrella en la cima del árbol. Entre risas y gritos, una voz robó la escena: “Marta, tienes cinco regalos pendientes en tu carrito de compras. ¿Quieres completar la transacción ahora?”. Alexa, el asistente virtual, había decidido unirse a la fiesta.
En la era de la inteligencia artificial, incluso la Navidad no escapa al toque algorítmico. Las luces titilantes de los árboles ahora responden a aplicaciones, las cartas a Papá Noel son redactadas por ChatGPT y las recetas de galletas de jengibre vienen con una “alerta de optimización” para garantizar un horneado perfecto. Para Marta, madre de dos y trabajadora en remoto, esta tecnología era a la vez un alivio y una fuente de inquietud. Sus hijos ya no escribían cartas de puño y letra, sino que dictaban sus deseos a un software que prometía sintetizar sus pensamientos en prosa perfecta. El espíritu de la Navidad había adquirido una especie de frialdad mecánica, y ella no estaba segura de cómo sentirse al respecto.
Pero, ¿es realmente malo que Papá Noel tenga ahora un equipo de asistentes virtuales? Las compras navideñas, una odisea histórica de largas colas y agotadoras caminatas, se han transformado gracias a algoritmos predictivos que nos sugieren regalos con una precisión casi aterradora. El pequeño David, de ocho años, no tuvo que repetir tres veces que quería un juego de construcción; el software de recomendaciones ya había captado la idea con un par de clics en el navegador de su madre. Para Marta, esto era un milagro tecnológico que le ahorraba tiempo. Pero también, se preguntaba, ¿no estaba delegando demasiado? ¿No era parte de la magia elegir personalmente el regalo perfecto?
El dilema no se limita a los regalos. En York, una feria navideña generó controversia cuando varias tarjetas de felicitación resultaron ser productos de inteligencia artificial. Algunos visitantes se sintieron traicionados; la “artesanía” había sido reemplazada por un programa de diseño automático. En las redes sociales, las reacciones se dividieron entre los que elogiaban la creatividad de la IA y los que pedían un boicot por lo que consideraban una amenaza a las tradiciones.
En el lado opuesto del espectro, la tecnología también está impulsando nuevas tradiciones. Una familia en California utiliza luces inteligentes conectadas a Spotify para crear espectáculos de luz sincronizados con sus listas de reproducción favoritas. En lugar de reuniones familiares caóticas, algunas familias dispersas por el mundo celebran juntas con avatares virtuales que se abrazan y cantan villancicos en un metaverso decorado al gusto de cada miembro.
La tecnología, entonces, no destruye necesariamente el espíritu navideño, pero lo reconfigura. En casa de Marta, cuando por fin logró que sus hijos se sentaran a cenar, puso en práctica un experimento. Desconectó Alexa y propuso escribir las tarjetas navideñas a mano. Los niños protestaron al principio, pero finalmente se unieron a la tarea, decorando el papel con dibujos improvisados y mensajes llenos de tachaduras. “¡Esto es mucho más divertido que dictar a la máquina!”, confesó su hija menor, mientras ponía el último toque a un reno de nariz roja.
Y así, entre luces inteligentes y cartas manuscritas, Marta encontró un equilibrio. En un mundo donde la tecnología amenaza con robotizar incluso nuestras emociones, la clave está en usar estas herramientas como aliadas, no como sustitutas. Estas fiestas sigue siendo, después de todo, un recordatorio de lo que significa ser humano: conectar, compartir y, a veces, desconectar.