Voglio essere Goduta
By JOSÉ MARÍA GÁLVEZ MAR. 18, 2019
Ovidio (43 a.C – 17 d. C) en sus Metamorfosis nos cuenta, entre otras, la del dios supremo, Júpiter para los romanos, en su propia hija Diana para seducir a una de las ninfas más bellas que la servían. Júpiter se convierte en su hija y se hace lesbiana para poseer a la ninfa objeto de sus deseos, que no es otra que Calisto, a la que acabará embarazando y concediéndole un lugar eterno en el firmamento como Osa Mayor y El Boyero (guardián de la Osa) a su hijo común para que vigile y cuide a su madre por los siglos de los siglos.
Así ya al principio de nuestra era los dioses no dudan en recurrir al engaño para conseguir aquello que es objeto de sus debilidades, sus caprichos e intereses. Puede verse en este argumento un reflejo de la historia de los poderosos, de la sociedad de cada momento que Pier Francesco Cavalli (1602-1676) reproduce en la adaptación como libreto que realiza Giovanni Faustini (1615-1651), el cual llegó a colaborar en 11 óperas con Cavalli.
Hablamos de “La Calisto”, ópera compuesta en 1651, año de la muerte del libretista, el cual basándose en la metamorfosis comentada de Ovidio, realiza un texto donde introduce aún más elementos trágico-cómicos al retorcido argumento del clásico. La historia desarrollada por Faustini tiene todos los ingredientes de un gran vodevil: enredos, mentiras, disfraces, faunos, sátiros, ninfas, dioses, poder, placer, castidad y verdades inmutables (el relativismo siempre ha sido temible y temido por los poderosos), salteado con una gran carga sexual y de deseos desenfrenados que no respetan la dignidad y entereza de sus víctimas. Historia para la que Francesco Cavalli hace un óptimo trabajo y nos deja una muestra de gran música. Música que en los últimos años ha empezado a recuperarse y aunque está lejos de la difusión que pueda tener Claudio Monteverdi (1567-1643) o Georg Friedrich Händel (1685-1759), por hablar de dos autores de gran repertorio operístico que enmarcan el periodo del barroco musical, es un interesante botón de muestra que debe servir como principio de una más completa visión de la música escénica barroca. El Teatro Real ha apostado desde el principio de la última etapa como teatro de ópera por la ópera barroca, desde el recordado “L’Orfeo” monteverdiano de la temporada 1999-2000, pasando por la bien recuperada “Celos aún del aire matan” de Juan Hidalgo (1614-1685) en la siguiente temporada (2000-2001) hasta el “Ariodante” de Georg Friedrich Händel en versión de concierto de la pasada temporada, siendo éste uno de los autores barrocos más representados. Esta apuesta ha posibilitado durante 20 años ir sacando a una estupenda selección de obras y autores de la caverna platónica en la que se encontraba.
SEGUNDO REPARTO
El 18 de marzo de llevaba a cabo la segunda de las 9 sesiones previstas para esta ópera y la primera con el denominado segundo reparto. Comparten voces con el primer reparto el contratenor Dominique Visse en su doble papel de Naturaleza y sátiro consigue un personaje que si bien no disfruta vocalmente de su mejor momento sí lo hace en cuanto a interpretación del papel que transmite, ajustándose a él como un guante. La mezzosoprano Rachel Kelly hace una lectura de Juno con mucho carácter que su voz sabe subrayar. La Diana de Teresa Iervolino se muestra muy convincente tanto en la escena de rechazo de su ninfa Calisto como en las de amor con el dulce y delicado Endimione el cual está interpretado con gran acierto por el contratenor Xavier Sábata que gestiona los volúmenes y matices con sabiduría máxime en algún pasaje que la interpretación escénica hace complejo y delicado. Los dos, juntos y por separado hacen gala de buenas dotes vocales. El tenor Francisco Vas tiene un difícil papel en el personaje de Linfea, esa pepito grillo que apuesta por la castidad inicialmente hasta que algo en su interior la devuelve a la vida de la que quiere gozar. Su espectro vocal es amplio y aunque heterogéneo, está muy inteligentemente ejecutado. Los barítonos Wolfgang Stefan Schwaiger y Borja Quiza nos proponen una pareja de pillos, Júpiter como dios supremo capaz de hacerse pasar por su hija para disfrutar de la mujer de la que se ha encaprichado y Mercurio, el patrón de embusteros y mangantes, con gran credibilidad vocal y escénica, pero sin emociones añadidas más allá de las puramente actorales y con alguna carencia puntual en el segundo caso. Juan Sancho no tiene en esta ocasión su mejor versión, con voz débil, sin cuerpo, poco convincente también en lo escénico. Andrea Mastroni dibuja un poderoso Silvano, y por último la Calisto en la interpretación de la soprano Anna Devin, a la que ya escuchamos en 2017 en la interpretación de “Lucio Silla” de Wolfgang Amadeus Mozart y que como entonces destaca especialmente en su técnica vocal e interpretación del papel, cuidando exquisitamente los matices de los distintos estados de ánimo por los que pasa la protagonista, desde ninfa cazadora casta hasta osa errante enamorada.
La dirección musical estaba confiada en este segundo reparto a Christopher Moulds que conduce la obra de forma solvente, inteligente y fluida, con especial cuidado en los contrates que pide la partitura sin que éstos sean exagerados ni histriónicos. El grupo instrumental está formado por el Monteverdi Continuo Ensemble, la Orquesta Barroca de Sevilla y los trompetistas de la Orquesta Titula del Teatro Real, Ricardo García y Marcos García Vaquero los cuales destacaron en la fanfarria de entrada de Juno y sus pavos reales. El continuo de Cavalli en la interpretación de chitarrones, clavicémbalos y viola da gamba es de una atracción casi hipnótica. Es de destacar la intervención al arpa barroca de Joy Smith.
SICODELIA ESCÉNICA
David Alden y Paul Steinberg son los responsables de la puesta en escena de esta producción, que lo es de la Bayerische Staatsoper de Múnich. Alden situa la escena en L’Empireo, es decir, en la casa de dios, donde éste tiene su presencia física. Casa de dios donde se van a desarrollar todos los engaños, violaciones, raptos, maldiciones y demás acciones que convengan a sus intereses para, con la ayuda de su mensajero Mercurio, a veces verdadero Groucho Marx, disfrutar de los goces que se suponen propios de los humanos. El montaje simple en sus líneas de estilo sicodélico cumple su función de forma impecable, si bien cae en tics muy manidos como la metralleta en manos de Júpiter o el uso no del todo justificado de montajes de vídeo o el juego sucesivo de luces concéntricas en el supuesto firmamento al final de la ópera.
La Calisto que aquí comentamos es, como nos recuerda Linfea en su voz de tenor, para esser goduta(ser gozada) en lo musical por supuesto, pero también en lo actoral, escénico y argumental, por mucho de que haya quien todavía prefiere escuchar su móvil y hacérnoslo escuchar a los demás en medio de la belleza.