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Galante De Vriend

Galante De Vriend

By JOSUÈ BLANCO     MAY. 5, 2019

Vuelve a l’Auditori Jan Willem de Vriend, con su faceta más galante y brillante, el principal director invitado de la OBC compartía este fin de semana con el público de l’Auditori 4 obras de destacado carácter clásico: de la obertura de El arpa mágica de Schubert, pasando por el Concierto para trompeta y orquesta en Mi bemol mayor de Haydn concluyendo con dos obras singulares de Mozart: La Serenata para cuatro orquestas núm. 8 en Re mayor y la Sinfonía núm. 38 en Re mayor, KV 504, “Praga” 

De hecho, el pasado mes de Noviembre de Vriend volvió a poner sobre el atril a Mozart, con el Concierto para piano y orquesta núm. 21 acompañando a Hannes Minnaar en el papel de piano solista, quien también interpretó el Movimiento de concierto para piano y orquesta en fa menor de Clara Schumann. Así pues, los habituales asistentes a l’Auditori ya conocen la capacidad y claridad que presenta siempre el director holandés ante este tipo de repertorio, un repertorio galante, claro y directo, vital y brillante, pero que sobretodo exige nitidez y energía en la interpretación.

Así se mostró la OBC con la obertura de la música incidental de Schubert para la obra de teatro El arpa mágica del dramaturgo Georg von Hofmann, una pequeña obra teatral de carácter legendario y mágico que no consiguió gran éxito en su estreno, hecho que quizá propiciará su desaparición, tanto de las salas de concierto como del propio texto, de Schubert se salvaron algunos pasajes de la música incidental, entre ellos la obertura. La interpretación de la OBC marcó la fluidez de la obra sin olvidar el ímpetu sonoro que la partitura exige, destacando el papel del viento a lo largo de sus diferentes intervenciones.

El Concierto para trompeta y orquesta en Mi bemol mayor es uno de los más reconocidos y tocados por los trompetistas aún hoy en día, obra singular que se adapta a las capacidades técnicas del instrumento, que había sufrido un importante cambio en el momento gracias a la puesta a punto de Anton Weidinger, quien adaptó un sistema de llaves accionables con los dedos a un instrumento que hasta entonces sólo se había podido tocar mediante la presión del aire. La novedad amplió notoriamente las posibilidades melódicas de la trompeta, en un proceso que terminó llevando a la incorporación de las llaves actuales a la trompeta. Estas novedades llevaron a Haydn a escribir este concierto que dedicó y estreno el propio Anton Weidinger. Quien estrenó también otros conciertos para este nuevo instrumento como el de Johann Nepomuk Hummel, concierto que interpretó en el papel de solista Mireia Farrés ya hace unos años, en esta ocasión volvía a ponerse delante de la orquesta con Haydn. Concierto exigente y ágil para el solista, haciendo correr a la trompeta en todo su registro brillando por encima del acompañamiento orquestal, destaca la cadencia del primer movimiento, un elemento muy típico del clasicismo, antaño improvisada, se demuestra el virtuosismo del solista.

Mozart cerraba el concierto con dos obras bien diferentes, la singular Serenata para cuatro orquestas núm. 8 en Re mayor, obra que requiere la división de la orquesta en 4 grupos formados por cuerdas y trompa que De Vriend distribuyó por la sala, dos en el escenario, y dos más en los palcos de segundo piso, creando el efecto de triple eco, muy corriente en la música sacra tanto de su momento como anterior, sin embargo la Serenata resulta una obra ligera, galante y cargada del buen humor de Mozart.

Algo diferente es la Sinfonía núm. 38 en Re mayor, KV 504, conocida con el sobrenombre de “Praga”, hay varias hipótesis en referencia al lugar de composición de esta sinfonía, pero parece claro que la composición de esta obra tiene mucho que ver con el éxito que Mozart alcanzó en esta ciudad, incluso la estructura de la obra se ve influenciada por los gustos de los praguenses, grandes admiradores de Mozart, este hecho parece indicar la ausencia del minueto, reduciendo la sinfonía a la forma antigua de 3 movimientos.

La Sinfonía núm. 38 es una sinfonía enorme y con una base rítmica , cuya composición instrumental está repleta de sorprendentes modulaciones. Con esta sinfonía Mozart pone fin a la época de grandes trabajos de inspiración haydniana, y sienta las bases de sus últimas composiciones. En esta sinfonía no encontramos nada deslumbrante, y la ausencia del minueto, la densidad expresiva y la complejidad formal son las marcas de una obra en la que prevalece el aspecto íntimo y reflexivo.

La OBC se mostró claramente holgada y resuelta siguiendo fácilmente a un de Vriend eufórico y sin complejos que moldeó el sonido de la orquesta en una gran interpretación, sonido clásico y elegante para  un primaveral fin de semana, esperamos pronto a de Vriend.

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