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Dos Beethovens En Una Misma Noche

Dos Beethovens en una misma noche

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ     OCT. 25, 2025 (Fotos: ©Toni Bofill)

El 23 de octubre de 2025 el Palau de la Música Catalana fue escenario de un encuentro con Philippe Herreweghe y el Orchestre des Champs Élysées que dejó la impresión de haber asistido a dos conciertos en el mismo programa. Ambos dedicados a Beethoven, ambos nacidos del mismo gesto, y sin embargo separados por una distancia estética difícil de conciliar. En la primera parte, la Sinfonía nº 6 en Fa mayor, la llamada Pastoral, se deslizó entre las manos del director con una lentitud que rozó la parálisis. Lo que debía ser paisaje sonoro se convirtió en un lienzo de contornos difusos, carente de aire y de contraste. Los tempi, tan amplios como anacrónicos, diluyeron la pulsación interna que hace de esta obra un organismo vivo. El sonido, afinado en un la de diapasón cercano a 438, resultó apagado, casi frágil, y las dinámicas apenas insinuaron matices. La orquesta, de habitual precisión impecable, pareció prisionera de una estética de la contención que confundía serenidad con apatía. Nada respiró con naturalidad, ni el murmullo del arroyo ni la tormenta ni el canto de acción de gracias. Fue una lectura elegante pero sin alma, tan bienintencionada como intrascendente.

El segundo Beethoven, el de la Sinfonía nº 5 en do menor, llegó como si el conjunto despertara de un largo sueño. Herreweghe, por fin, encontró el pulso interior del discurso. El motivo inicial golpeó con una energía contenida, la textura se volvió transparente y la orquesta recuperó su nervio. Las secciones se articularon con un sentido dramático claro, las maderas emergieron con precisión filigranada y los metales aportaron la nobleza que antes había faltado. La transición hacia el Allegro final se construyó con una tensión casi cinematográfica, y el clímax estalló con la fuerza de una convicción tardía pero irresistible. Todo aquello que había permanecido en sombra durante la Pastoral se encendió en la Quinta con un fulgor de redención.

La velada dejó una enseñanza implícita. El historicismo no es una coartada, es una forma de mirar. Cuando se vuelve dogma, la música se vacía. Cuando se entiende como método para liberar la energía interior del texto, se convierte en vehículo de revelación. La Pastoral recordó los riesgos de confundir precisión con emoción. La Quinta demostró que incluso dentro de los márgenes más rigurosos hay lugar para el vértigo y la vida.

Al final, el público aplaudió con alivio y gratitud. Había visto la fragilidad del equilibrio entre rigor y fervor. Y comprendió que en manos de Herreweghe Beethoven puede ser un santo o un volcán, pero rara vez ambas cosas a la vez.

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