Monumentos y un gesto de humanidad en el Palau
ISRAEL DAVID MARTÍNEZ OCT. 24, 2025 (Fotos: @Toni Bofill)
La apertura de la temporada Palau 100 25/26 reunió a Anne-Sophie Mutter, Yefim Bronfman y Pablo Ferrández en una velada que habló menos de exhibición y más de pertenencia. El programa fue de una elocuencia sobria. Beethoven con el Archiduque y Chaikovski con su op. 50. Dos monumentos de la música de cámara que no requieren defensa, solo una presencia capaz de recordar por qué siguen modelando nuestra escucha. Cuando una temporada se inaugura con estas piedras angulares, el gesto trasciende la programación. Se afirma una idea de canon entendido como conversación viva y no como museo.
El clima del concierto se asentó sobre una premisa discreta. Tres artistas de primer nivel que se conocen bien, que comparten un sentido de responsabilidad y que entienden el repertorio como espacio de pensamiento. Allí donde otras inauguraciones diluyen su discurso en el fasto, esta eligió el peso de las obras. El Archiduque como arquitectura hospitalaria donde la música respira con nobleza. El Trío de Chaikovski como elegía que se transforma en memoria activa. Nada que demostrar, todo por sostener.

El bis cambió el eje de la noche. El tema principal de ‘La lista de Schindler’ de John Williams en arreglo para trío no fue un añadido decorativo, fue una declaración moral en forma de música. En tiempos en los que la conversación pública se endurece y los matices se pierden, esa melodía llegó como recordatorio de humanidad compartida. Bronfman, cuya biografía se entrelaza con una tradición judía que el siglo pasado quiso borrar, y Mutter, ligada a la memoria de André Previn, convirtieron la pieza en un acto de presencia. No hubo retórica, hubo una belleza sobria que invitó a pensar. En ocasiones la música es más clara que cualquier comunicado. Aquí lo fue. La elección de ese bis tuvo una resonancia particular en la ciudad. No faltan escenarios en Barcelona donde la antesala del arte se convierte en púlpito politizado y efímero. En el Palau, estos músicos apostaron por una vía distinta. Frente al nefasto ruido eligieron un canto que alude al dolor de la historia y a la responsabilidad del presente. Hubo valentía sin aspavientos, una forma de civismo que no levanta la voz y sin embargo se escucha lejos.
Quedó la impresión de una inauguración que pone el listón no en el virtuosismo medible sino en la densidad de sentido. Que recuerda que las temporadas no se abren con fuegos artificiales sino con ideas. Y que en la intersección entre Beethoven, Chaikovski y un bis que mira al siglo veinte se dibuja una brújula para navegar un tiempo que necesita menos consignas políticas y más escucha.

