El incordio del tetracordo
(Bertel Thorvaldsen – Apolo y la danza de las musas en el Helicón)
By QUINTÍN CALLE CARABIAS JUL. 15, 2018
La lengua, notaria de la realidad, sorprende a veces con la precisión y oportunidad de sus actas. Así, en el fluir sintáctico de una frase encontramos a menudo términos que, extraídos de diferentes contextos, parecen engarzar con la naturalidad de lo obvio. «Esta pieza está en compás de compasillo». Pero, si la música afecta esencialmente al sonido, el término «compás» –los idiomas ibéricos son los únicos en usarlo– sale de ojo, por más que hoy, tan lejos de su origen, la danza –que aúna sonido, movimiento y ritmo–, lo asociemos sólo al solfeo. Paso con paso: con-pas, compás, compasar. El compás mínimo es el binario, dos tiempos, exactamente los que el hombre necesita para dar un paso: adelanta una pierna y completa el progreso espacial con la otra: un, dos; un, dos… ¿Y por qué ese límite, si puede dar miles de pasos? Ese límite lo marca la palabra, tercer elemento esencial al arte de las musas: poesía (palabra ritmada), sonido (vocal / instrumental) y movimiento. La música, hoy sustantivo femenino, era en su origen griego adjetivo plural neutro: «lo relativo a las musas», a todas. Y al ritmo simple de cada palabra (canto, cantaba, cantaré…), se une el complejo, generado por la palabra en sintaxis (el / canto de la / musa me_en/canta: ♪ / ♪♪♪♪ / ♪♪♪ / ♪♪). Como ya avanzara en un capítulo de libro, «lenguaje verbal y lenguaje musical [son] hijos gemelos del sonido».
En otro contexto leemos que «una escala musical se compone de dos tetracordos». (“tetracordio”, dice el DRAE en horrible disonancia: si distingue cordial de cordal, ¿por qué ha de ser tetracordio, como si de cuatro corazones se tratara? De haber tenido “cordión” umbilical, habríamos sido bichos raros. ¿Y el monocordio? Tan contaminado como toda la familia. ¡Qué incordio, por Dios!) Avisados ya por lo dicho al principio, entendemos que los ocho sonidos que componen la escala –siete más la octava del primero– se dividen en dos grupos de cuatro «cuerdas»: La Si Do RE – Mi Fa Sol La. El término «cuerda» nos lleva indefectiblemente al instrumento original que acompañaba al canto: el Phorminx, especie muy elemental de lira con cuatro cuerdas. Pero la norma básica que regula la relación mutua de los tetracordos establece que entre el primero y el segundo debe haber siempre un tono. Esto se cumple en todas las escalas, salvo en dos: la segunda (Si Do Re Mi – Fa Sol La Si) y la sexta (Fa Sol La Si – Do Re Mi Fa). Para cumplir dicha norma, el Fa de la segunda escala –primera nota del segundo tetracordo– debe alterarse subiendo medio tono (# sostenido, símbolo esquemático de la escalera); en la sexta escala, el Si (B) –cuarta nota del primer tetracordo– debe alterarse bajando como un muelle (B mollis: bemol: ♭). La modificación de esas dos notas inhabilitará al Phorminx como instrumento acompañante y dará paso a la Kithara, con seis cuerdas, de cuyo nombre y número de cuerdas derivarán la guitarra y a la cítara, con 18 cuerdas y más. Aun así, surgirá en Jonia un tercer instrumento, la lira, de siete cuerdas –una por nota–, que adoptado como propio por Apolo, Orfeo y las Musas, se popularizará y dará lugar al arte lírico. Y eso es todo (por hoy); lo demás es canto llano.
(Anton Raphael Mengs – El Parnaso)