El origen de los villancicos
By CARLOS GARCIA RECHE DIC. 31, 2018
Los villancicos hoy en día son un elemento indiscutible del panorama navideño. Tan comunes que apenas somos conscientes de ellos mientras resuenan en nuestro estresado cerebro entre regalo y regalo. Pero, ¿qué es realmente un villancico?
Etimológicamente la palabra sugiere un origen popular, ya que deriva de la palabra villa y a su vez del latín villanus. Como ocurre en tantas otras materias, se trata de un término que tiene varias acepciones. Según la RAE, la primera es la más genérica y se aplica a casi cualquier música navideña. La segunda se refiere a un término más técnico y se refiere a un género original de la península ibérica, pero en cierto modo, relacionada con la primera definición.
El villancico español
La acepción más antigua del villancico se refiere al género musical que gozó de gran popularidad en España, Portugal y Latinoamérica durante el Renacimiento, como evolución de formas musicales y poéticas de los siglos XIII y XIV (también XII) y alcanzarían su apogeo durante la polifonía renacentista de los siglos XV y XVI. Se trataba de composiciones vocales, inspiradas en textos de temática rural y estructura de canción, acompañadas o no por instrumentos y desarrolladas polifónicamente por grandes compositores del momento, como Juan del Encina, Mateo Flecha o Gaspar Fernandes entre otros. Los villancicos constituían uno de los tres principales géneros de la lírica primitiva hispánica popular, junto a las cantigas[1] y las jarchas mozárabes. Una parte representativa de los villancicos renacentistas pasaron a ser recogidos en manuscritos y volúmenes antológicos conocidos como cancioneros, entre los que destacan el Cancionero general, el de Palacio, el de Linares, el de Medinaceli, el de la Colombina o el de Upsala, entre otros.
(Texto de un villancico de Pedro Lagarto, Cancionero de Medinacelli c. 1480)
Tal y como explica la filóloga Silivia Iriso en El gran libro de los Villancicos (Ed. El Aleph), la variedad y la asimilación temática favoreció la popularidad, pues «prácticamente cualquier cosa podía ocupar un estribillo: la noticia de la toma de Granada […], la nostalgia de la patria […]», aunque el tópico amoroso siguió siendo el más abundante durante todo el siglo XVI.
Evolución
Iriso nos cuenta en su libro que la intención evangelizadora de algunos religiosos pronto vio en el villancico una fórmula para difundir y propagar su mensaje. Además de la composición de algunos villancicos inspirados en Jesucristo o la Virgen, se extendió el recurso de substituir la letra profana por una divina con alguna indicación de “cántese al son de” o “al tono de” seguido del título de algún famoso villancico de entonces. El éxito de esta nueva modalidad llevó a las jerarquías eclesiásticas a oficializarla, permitiendo que los villancicos de temática religiosa se interpretaran gradualmente en los templos como parte de las ceremonias litúrgicas. Ya entonces esos textos recogían diversos episodios como la Anunciación, la Estrella de Belén o la Adoración.
Poco a poco, los villancicos fueron cada vez más celebrados durante las festividades religiosas, siendo la más favorecida, claro está, la Navidad. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, los villancicos sufrieron una sofisticación musical (coros, solistas), textual e incluso escénica, «hasta convertirse en pequeñas piezas teatrales, con personajes diferenciados». A este fenómeno es difícil negarle la influencia musical italiana, la moda operística, que ya empezaba a extenderse por algunas regiones de Europa. Sin embargo, los religiosos más puristas comenzaron con el tiempo a repudiar la teatralidad y el carácter de los villancicos por “distraer a los oyentes de la devoción”, según el sacerdote y teórico Pietro Cerone.
La llegada de la Ilustración acabó finalmente por desterrar el villancico del ámbito religioso debido a la crítica de otros líderes clericales[2] que ayudaron a «remover conciencias de la sociedad». Para finales de siglo, los antiguos villancicos habrían acabado fundiéndose en otros géneros, como la tonadilla y, mucho después, la zarzuela.
El villancico en el resto del mundo
A pesar del abandono de la antigua forma de villancico popular, el calado de siglos y siglos de tradición dejó huella en el folclore cultural y especialmente en la educación religiosa. Desde el siglo XIX (igual que en el resto del mundo) empezó a resurgir, con nuevas composiciones que poco han cambiado desde entonces, la figura básica del villancico «como cauce para la participación de la comunidad», hasta adquirir así el significado actual.
Sus equivalentes en otras regiones del mundo se conocen con el nombre de koliadki en Ucrania y Rusia, koleda en Bulgaria y Polonia, Pastorali en Italia, Weihnachtslieder en Alemamnia, Christmas carols en países de habla inglesa, agüinado en Venezuela o posadas en México y Centroamérica. Fue muy extendida en este contexto la costumbre del recitar villancicos por parte de grupos de niños para ganarse obsequios, caramelos, etc.
En España, muchos de los villancicos tradicionales como La marimorena, Campana sobre campana y Ay del Chiquirritín son de autor desconocido aunque probablemente de origen andaluz. Algunos como el primero, datan del siglo XVIII.
En Cataluña, el fuerte arraigo navideño ha ido originando multitud de villancicos catalanes. Fue el etnólogo Joan Amades el que catalogó el extenso repertorio de nadalas en su obra Les cent millors cançons de Nadal (1949), algunas de las cuales como Fum, Fum Fum, El noi de la mare o El cant dels ocells datan del siglo XVII XVIII y XIX. Son muy comunes también en Valencia, y Baleares, especialmente El desembre congelat.
Precedentes en la tradición culta europea
Aunque el origen del villancico se remonte a un contexto popular, el culto musical asociado a la Navidad tiene precedentes muy antiguos en la liturgia de la Iglesia cristiana. Estos precedentes se conocen como himnos litúrgicos y algunos de ellos como Veni redemptor gentium, A solis ortus cardine o Puer natus est nobis provienen ya del siglo IV, V y VI. Eran antiguos cantos llanos y gregorianos que se entonaban durante las misas de Navidad, los maitines u otros ritos litúrgicos.
Algunas de estas composiciones fueron reutilizadas por compositores posteriores a partir del siglo IX mediante tropos o secuencias y por otros como Thomas Tallis para su misa de Navidad a mediados del s. XVI. Con la reforma protestante florecieron los villancicos religiosos (no-populares) vinculados a los antiguos himnos litúrgicos y también, a otros géneros crecientes como el motete y más adelante, el coral.
Villancicos en el resto de Europa y del mundo
De esta tradición culta surgieron con el tiempo villancicos en latín como Adeste Fideles (s. XVIII); In dulci jubilo (s. XIV); Es is ein Ros entsprungen (s. XVII), ambos de origen alemán o Joy to the World[3] (s. XIX), inglés.
A caballo entre la tradición culta y popular podríamos mencionar Les Agnes dans nos campagnes y Il est né le divin enfant (s.XIX), francés o el célebre Jingle Bells (s.XIX), estadounidense. Uno de los villancicos más conocidos es sin duda Noche de Paz, (Stille Natch, Heilige Nacht), de origen austríaco, cuyo bicentenario de su estreno ocupó un editorial especial el pasado mes.
Con la llegada del siglo XX y la internacionalización de la música, surgieron canciones navideñas, de muy distinto origen y estilo que por convención, función y popularidad se han convertido en sinónimos del término “villancico”, ahora genéricamente usado en un sentido más amplio y universal. Algunos de estos “nuevos” villancicos han sido difundidos y versionados por famosos cantantes de todo el mundo. Entre los más internacionales se encontraría El Tamborilero (1941), de origen checo; Santa Claus is Coming (1934) o White Christmas (1940), ambos estadounidenses.
Nuevos villancicos
En el nuevo mundo de la industria discográfica, iconos de la cultura pop lanzaron sus propias Christmas songs que por su éxito se han convertido también en “clásicos” de la Navidad. Dos de los más famosos podrían ser Last Christmas, del británico Goerge Michael (1984) o All I Want for Christmas is You de Mariah Carey (1994). En este sentido, el número de villancicos modernos sumado a los “tradicionales” es innombrable, y paradójicamente al final, parece necesario preguntarse ¿qué es un villancico? y ¿qué no lo es?.
Lo más relevante de todo es que los villancicos, sea cual sea su origen y procedencia representan la tradición occidental de la Navidad. Los villancicos son parte de nuestra historia y son esenciales no sólo para recordar la Navidad, sino para recordarnos a nosotros mismos quiénes somos. ¿No es eso en lo que consiste la tradición?
Webs y fuentes de interés
http://www.academia.edu/31062519/Villancicos_del_siglo_XVIII_en_Espa%C3%B1a
El gran libro de los Villancicos, Ed. El Aleph, Silvia Iriso
[1] Especialmente las cantigas de amigo, en las que la enamorada sufre la ausencia de su amado, no así las cantigas de amor, de carácter trovadoresco que trataban el amor cortés, es decir, la nobleza y la corte.
[2] Como Benito Jerónimo Feijoo en su Música de los templos (1729).
[3] Adaptado a partir de la versión original de Haendel (s. XVIII)