Gesto y figura
By JOSUÈ BLANCO ABR. 3, 2019
Janine Jansen, vuelve de nuevo a l’Auditori dentro de la programación de cámara, muy bien acompañada por el pianista Alexander Gavrylyuk interpretando tres grandes sonatas del repertorio para violín: la Sonata número 1 en La menor de Schumann, la Sonata número 2 en Re mayor de Prokófiev y la Sonata en La mayor de Franck.
Genio y figura, gesto y emoción, sin duda Jansen ha conseguido ser una de las voces jóvenes más valoradas del momento con un estilo personal marcado por su innegable técnica y un sonido brillante y directo, pero también por su gestualidad, una característica que para algunos intérpretes ha servido como máscara para una técnica más floja o un trémolo excesivo, pero que en manos de Jansen unen su capacidad técnica con el impresionante sonido de su Stradivarius 1707 “Rivaz – Baron Gutmann”. Todas estas características la han llevado a dejar huella allí donde va y en todo tipo de interpretaciones.
El programa de hoy transitaba entre diferentes estilos, abriendo con un delicado y calmado Schumann, si bien es algo más conocida su segunda sonata, la Sonata número 1 en La menor de Schumann es un buen testimonio del trabajo de Schumann con el violín solo y todo un reto de interpretación, sin duda las inflexiones dinámicas requieren un buen trabajo de cámara y de coordinación entre el violín y el piano pero que obsequian al público con un equilibrio delicado de sonido, en este aspecto cabe destacar el trabajo del pianista Alexander Gavrylyuk en su papel, tantas veces olvidado, de pianista acompañante; no lo tenía nada fácil en esta ocasión, el equilibrio acústico y el hecho de hacer un concierto de estas características cambrísticas en la Sala 1 de l’Auditori ponía entre las cuerdas el balance sonoro de las dos voces, Gavrylyuk mostró un excelente fraseo interno que se adaptó a las circunstancias iluminando a su compañera en vez de ahogarla con una parte de piano que en muchas ocasiones bien podría haberla tapado.
El primer movimiento de esta sonata nos ofrece un diálogo entre violín y piano, lleno de recursos de color y de dinámicas, destacando las resoluciones en acordes mayores después de los ascensos dramáticos en menor que llevan a culminar en un sobrecogedor acorde de la menor. En el segundo movimiento, el violín va desgranando un tema que queda suspendido sobre las notas de piano con una gran ligereza, concluyendo la s esta sonata un tiempo agitado, donde el violín hace florecer rápidas figuraciones que van del breve spiccato al staccato, casi martelé, en un final enérgico.
Prokofiev compuso su sonata para violín en 1943, en medio de la segunda guerra mundial, mientras trabajaba con Sergei Eiseinstein en la película Iván el terrible; aunque originalmente la obra fue un encargo pensado para flauta y piano, poco después hizo una versión para el gran violinista David Oistrakh, quien la estrenó con Lev Oboro el 17 de junio de 1944.
Prokófiev parte de la forma clásica en cuanto a estructura ofreciendo un despliegue melódico y armónico elaborado y colorida de gran belleza expresiva para el solista, la obra se inicia con un movimiento en forma de sonata clásica que es seguido por un scherzo, un movimiento lento y un gran final. La parte de violín está repleta de una presentación virtuosa, pero también es muy lírica y elegante, excelente en manos de la interpretación de Jansen, quien ni tuvo problemas para hacer llegar hasta el fraseo más delicado hasta la última butaca.
Sonata en La mayor de César Franck fue el regalo de nupcias compositor al famoso violinista Eugène Ysaÿe, quien tocó la obra por el resto de su vida, siendo también una de las sonatas para violín de mayor fama y recorrido entre los violinistas.
La obra tiene una cierta forma cíclica, donde todos los movimientos comparten hilos temáticos comunes, los temas de un movimiento reaparecen en movimientos subsiguientes, pero generalmente se transforman. Franck había adaptado esta técnica de Franz Liszt, Vincent d’Indy describió la Sonata como “el primer y más puro modelo del uso cíclico de temas en forma de sonata”, y se refirió a él como “este verdadero monumento musical”, los movimientos alternan bajo esta idea entre movimientos lentos y rápidos.
Janine Jansen vuelve a arrasar en el Auditori, los más escépticos respecto a la sonoridad de la Sala 1 de l’Auditori pudimos comprobar como Jansen superó sin dificultad la acústica de la sala en un despliegue sonoro y expresivo de alta calidad, que entusiasmo a un público entregado con gran cantidad de jóvenes oyentes, como regalo Jansen tocó una breve fantasía de Schumann y el Nocturno de Lili Boulanger.