Glass hipnotiza en el Palau
By ISRAEL DAVID MARTINEZ MAY. 21, 2019
(Photo by A. Bofill)
Un Palau lleno hasta la bandera –incluido el órgano– recibió con emoción al maestro Philip Glass. Público heterogéneo, y poco habitual de la sala modernista, tuvo que esperar un cuarto de hora para que los protagonistas de la primera obra se dignaran en salir al escenario.
Tras un arreglo para coro y piano de Albert Guinovart, de la interminable BSO de “Koyaanisqatsi”, Glass apareció en el escenario para interpretar “Mad Rush”. Sus 82 años no le impidieron realizar una lectura profunda, enigmática, quizás falta de pulcritud pero llena de sentimiento. Una de las cosas que llamaron la atención fue el respeto y el silencio absoluto que se mantuvo durante la interpretación. No se recuerda algo parecido. El Palau, si quiere, respeta al artista.
Tras él aparecieron en escena Maki Namekawa y Anton Batagow. La versión de “Mishima” ofrecida por la pianista japonesa fue antológica. El concierto se cerró con una nueva intervención del protagonista de la noche y su “Glassworks”.
Resulta gracioso recordar ciertas voces que aseguran que la música contemporánea no llena auditorios. El problema, a lo mejor, es intentar amaestrar sobre qué o quién debe mostrar el camino de la nueva música. La realidad, pese a quien pese, es que vino uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, llenó el Palau, interpretó lo que le dio la gana y, con el público en pié, dibujó una sonrisa repetitiva en nuestras mentes.