La Filarmónica de Berlín ilumina el Palau
ISRAEL DAVID MARTÍNEZ MAY. 3, 2023 (Fotos: ©Monika Rittershaus)
Concierto memorable el interpretado ayer, en el Palau de la Música Catalana, por la Filarmónica de Berlín con su director titular, Kirill Petrenko.
La velada empezó –sala de conciertos abarrotada como en las mejores ocasiones– con la ‘Sinfonía nº 25, en Sol menor, KV 183/173dB de W. A. Mozart. A pesar de los movimientos ‘made in Petrenko’ y el insoportable y repetitivo cambio de batuta entre manos –¿quién se lo habrá enseñado?– los berlineses realizaron una lectura limpia y expresiva. Como ellos suelen hacer, de manera magistral, en sus conciertos desmontaron la ridícula teoría de que Mozart se ha de interpretar con una orquesta pequeña.
A continuación llegó el turno de seguir disfrutando con el compositor salzburgués y su “Exultante Jubilate, KV 165/158a”. Aquí las riendas las cogió la talentosa soprano Louise Alder. El que escribe tuvo la fortuna de escucharla, hace ya tiempo, en el Mozarteum de Salzburg y hay que reconocer que es una de las mejores especialistas en Mozart. Técnica depurada, dicción divina –aunque falta de fuerza en finales de frase–, es una cantante que debería visitarnos con más frecuencia.
En la segunda parte una única obra, la ‘Sinfonía núm. 4, en Re menor, op. 120’ de R. Schumann. Interpretación eléctrica, virtuosa, efectista, profunda; los diferentes planos sonoros y familias instrumentales se mostraron como nunca. La orquesta se empeñó en dejar claro que existen ellos –también la Filarmónica de Viena– y luego está el resto. Se debe destacar el trabajo, entusiasmo y liderazgo del concertino Noah Bendix-Balgley; seguramente el mejor concertino que ha tenido la orquesta en toda su historia. Tanto Amihai Grosz (primer viola), como Bruno Delepelaire junto a Ludwig Quandt (primera línea de cellos) y Albrech Mayer (oboe) estuvieron a un nivel descomunal. El solista de trompa Stephan Dohr fué sustituído satisfactoriamente por el español Juan Manuel Gómez.
