Las reglas del regalo perfecto
(Macys / Compras en diciembre de 1950 en New York / Gentileza de allforchristmas.wordpress.com)
ISRAEL DAVID MARTÍNEZ NOV. 30, 2024
El aire olía a canela y castañas asadas, un aroma que impregnaba las calles con la promesa inequívoca de que la temporada de regalos estaba en pleno auge. En una diminuta tienda de Brooklyn, un hombre de mediana edad, envuelto en un abrigo que parecía una talla demasiado grande, examinaba con detenimiento una piedra de río meticulosamente pulida, encajada en una caja de cristal. La etiqueta proclamaba: “Una piedra con historia”, y el precio, desmesuradamente alto, dejaba claro que aquel objeto era más una pieza de contemplación que de utilidad. Lo observé mientras sopesaba, con una mezcla de indecisión y reverencia, si comprarla para su hermano geólogo. Al percibir mi curiosidad, se giró y, sonriendo, me dijo: “Es perfecta, ¿no cree?” Dudé entre asentir o reír, pero entendí algo fundamental. Regalar no es un acto funcional; es una declaración de intenciones, un eco de las conexiones que intentamos reforzar en el breve destello de una temporada que huele, irremediablemente, a nostalgia.
Regalar en estas fechas tiene mucho más de ritual que de pragmatismo. Es el arte de decir “te veo” a través de un objeto, un gesto o una experiencia. Y aunque los clásicos (bufandas, libros, chocolates) nunca fallan, en este siglo XXI lleno de algoritmos, una nueva categoría está emergiendo: el regalo que cuenta una historia.
Tomemos como ejemplo a Christina Tosi, la famosa chef y creadora de Milk Bar. Un año, cansada de los obsequios genéricos que encontraba en los escaparates, decidió regalar a sus amigos frascos de azúcar teñido. No parecía gran cosa, pero cada color correspondía a una memoria compartida: amarillo para la limonada que bebían en la universidad, azul para las noches de verano en la playa, rojo para las discusiones apasionadas que siempre terminaban en risas. Sus amigos no solo amaron el detalle, sino que la anécdota detrás de cada frasco se convirtió en la conversación principal durante la cena navideña. Desde entonces, Tosi insiste en que un buen regalo es aquel que despierta una emoción más que una necesidad.
(Imagen Dal·le)