Leonskaja, la gran dama
XAVIER RICARTE ENE. 30, 2020
Elisabeth Leonskaja es sin lugar a duda una de las pianistas mas célebres que forma parte de la antigua época soviética. En su recorrido, lleva el enorme legado pianístico de Gilels, Richter o Berman y forma parte de la herencia de los maestros rusos como Neuhaus, Goldenweiser, Naumov, entre otros.
El concierto iniciaba con aire enérgico con las Poloneses op.26, mostrando su trasfondo de melancolía a la tierra natal y rememorando el valor marcial de Polonia. Grandilocuentes contrastes entre la marcha y la solemnidad, y las escenas poéticas e introspectivas, típicas de la polonesa. También mostró un Chopin volador e imaginativo en el Nocturno op.55 no.2, que se destaba con el virtuosismo típico de sus conciertos, estudios y valses, interpretando el Impromptu fantasie op.66.
La primera parte conectaba dos de los grandes músicos del romanticismo, Chopin y Schumann, nacidos los dos el mismo año 1810. Cultivadores de la poética musical, influenciados por el poder romántico y la oscilación emocional. Estos sentimientos se veían reflejados en la primera Sonata para piano op.11, de Robert Schumann, haciendo una recopilación de su paleta imaginativa que pudo desarollar durante la creación de los Papillons op.2 o el Carnaval op.9. Leonskaja expusó una clara diferencia de estilos. En el compositor alemán los aires eran mas densos, menos elegantes que en Chopin, destapando los diversos enfrentamientos y diálogos entre Florestan y Eusebius; pasajes líricos, virtuosismo pulcro y desato de imaginación, ofreciendo una versión impactante.
Franz Schubert ha pasado gran parte de los años entre manos de la maestra Leonskaja. El conocimiento y la comprensión de sus obras es evidente, hasta tal punto que parecía un simple diálogo entre compositor y artista. Controlando el transcurso armónico de los pasajes, las estructuras sonoras y los cambios de carácter, presentó un resultado extraordinario e imperecedero de la Sonata no. 18, en Sol mayor, D.894. Ya en la primera melodia del Molto moderato e cantabile, la pianista rebrotaba la cita de “Fantasia”, aludida por el carácter onírico de los diferentes episodios. Y en el Andante las notas se alzaban a un estado de meditación y contemplación. Mientras que en el Menuetto-Trio mezclaba apariencias y personalidades. En el Allegretto final aprovechó para despuntar múltiples particularidades como el ligero y sugestivo contrapunto invertido, o las ráfagas de optimismo que se enfrentan a una fatalidad inminente y futura que se expondran en detalle en tríptico de sonatas finales.
Después de este concierto exigente y romántico, regaló la primera de las piezas del Klavierstücke, D.946 del mismo compositor Schubert. Terminó la velada con el Nocturno op.27 no.2 de Chopin. Leonskaja sorprendió con la creación de un paisaje idílico de imágenes sobrepuestas y remarcadas por el cromatismo, que dejaron en estado de elevación a todo aquél que escuchó tal maravilla.
En todos estos momentos impresionantes y mágicos sólo se podia pensar que nada puede con esta artista de, ni mas ni menos, 74 años. Sin lugar a duda, una maestra con tanta experiencia y conocimiento sobre música sólo podía fascinar y enamorar a todo aquel público que la escuchara.