Zapateando Rajmáninov
© May Zircus
JOSUÈ BLANCO OCT. 14, 2019
El joven compositor holandés Joey Roukens abría el programa de este pasado fin de semana con su obra “Morphic Waves”, un programa centrado en el gran repertorio ruso, combinando el virtuosismo pianístico del “Segundo Concierto para piano” de Sergei Rajmáninov con el drama romántico de la sinfonía “Manfred, op. 58” de Piotr Ilich Chaikovski.
Escrita por encargo de la Netherlands Philharmonic Orchestra, y estrenada en 2016 bajo la dirección de Marc Albrecht, “Morphic Waves” es una muestra del eclecticismo y el brillo orquestal de Joey Roukens (Schiedam, 1982). Esta obra llega al Auditori en colaboración con el programa Music Up Close Network y ayuda a fortalecer la intención de descubrir la música de nuestro tiempo dentro del gran público. Cabe destacar que en este inicio de temporada la música contemporánea se está haciendo un merecido hueco en los programas, y nos alegramos por ello.
Construida en un único movimiento la obra explora la evolución de una textura aparentemente simple con la idea del morphing, es decir: pequeños cambios rítmicos, tímbricos y métricos que llevan de una sección a otra, de aquí el nombre de la obra. Este fenómeno es muy propio de la fotografía y el cine pero también se encuentra en muchas obras musicales minimalistas.
Las pequeñas variaciones sonoras en el ritmo ayudan a que el discurso sonoro fluya creando la sensación de un movimiento dinámico constante, en forma de ondas, con contrastes entre secciones que se retroalimentan en un relato que termina en un clímax final sereno, donde la música da la sensación de estancarse en un mar tranquilo.
Todo lo contrario fue la actuación de Simon Trpčeski con el “Segundo Concierto para piano” de Sergei Rajmáninov, con más pasión que azúcar en una de las obras más reconocidas dentro del repertorio del instrumento.
La fuerza expresiva de la obra se hace presente desde los primeros acordes, un testamento musical de su evolución vital y la expresión de sus emociones, del desánimo y el dolor absoluto al resurgimiento y el renacimiento de la esperanza. Virtuoso legendario y músico siempre sincero en la expresión de sus emociones dentro de su obra, Rajmáninov lleva todos estos elementos a la partitura, siempre coloreadas al estilo ruso y impregnadas del característicos melodismo romántico.
Simon Trpčeski supo encarnar todas estas facetas de la música de Rajmáninov en una interpretación dinámica llevando al extremo la sonoridad del instrumento y estableciendo un vínculo directo en todo momento con la orquesta, una actitud enérgica que lo llevó a “zapatear” algunas de las frases culminantes del concierto, un gesto quizá poco convencional pero cargado de emoción que fue recibido con buenos ojos por parte de un Auditori lleno hasta los topes, como resultado del entusiasmo del público Trpčeski interpretó, junto a José Mor, violonchelo solista de la OBC, el tercer movimiento de la “Sonata para violoncelo y piano, Op. 19” del mismo Rajmáninov a modo de bis. Simon Trpčeski nos deja con un muy buen sabor de boca tras su paso por Barcelona.
Lastimosamente se notó que gran parte del público había venido con la intención de escuchar solamente el Segundo de Rajmáninov, perdiéndose, sin saberlo, una joya olvidada como es la sinfonía “Manfred, op. 58” de Chaikovski, una obra que queda en ocasiones escondida detrás de las otras seis sinfonías del compositor.
“Manfred, op. 58” deviene una sinfonía en cuatro cuadros basada en el poema de Lord Byron al que también dieron vida musical Hector Berlioz y Robert Schumann. El tema fue una sugerencia de Mili Balákirev, que le proporcionó un esquema programático para los cuatro cuadros de la obra. Destaca el uso de la plantilla orquestal ampliada que incluye en la plantilla un clarinete bajo, dos cornetines de pistones, dos arpas, percusión reforzada, campana y órgano.
Por otro lado la obra posee una sólida estructura dramática en la que el compositor hace suya la desesperada historia de Manfred y los recuerdos sobre su hermana Astarté, a quien amó incestuosamente y que perdió definitivamente, pero que a la vez muestran el universo más íntimo del compositor, pudiendo encontrar conexiones tanto en el desarrollo de motivos como en la estructura de la obra con algunas de las otras sinfonías de Chaikovski.
Gabriel Bebeselea, el director invitado en esta ocasión, se mostró claro y conciso con cada uno de sus movimientos, aunque un tanto robótico durante la interpretación de “Morphic Waves”, aunque esto ayudó a cuadrar la nada fácil interpretación de la complejidad de cambios métricos y rítmicos que componen la obra, pero sin duda la conexión con Trpčeski puso de manifiesto la solvencia técnica y musical de el joven director rumano.