Homenaje a Pau Casals: un viaje oriental
By CARLOS GARCIA RECHE SAB. 18, 2019
Cuando el maestro Pau Casals visitó Japón en 1961, se estableció un vínculo mutuo de respeto y admiración entre él y el país nipón, del que floreció una intensa y especial cooperación cultural. Así se dio a conocer el tradicional cant dels ocells, difundido mundialmente como sinónimo de paz y de libertad, llegando al violoncelista Yoritoyo Inoue y, probablemente, también al querido Kazushi Ono, director titular de la OBC desde 2015. El calado espiritual y diplomático de aquel encuentro ya se rememoró en abril de 2016 en un proyecto apoyado especialmente por Ono. Al parecer, el director japonés le pidió a Fabià Santcovsky, joven compositor autóctono de gran proyección internacional, que incluyera al maestro tarraconense en su Homenatge a Casals & Cant de l’ombra doble per a dos Shamisens i orquesta, estrenado este fin de semana en L’Auditori. El concierto, encargo de la OBC y la Fundación SGAE y AEOS, ha pretendido ser un acercamiento a la cultura japonesa a través Casals y del shamisen, tradicional instrumento de cuerda del siglo XVI similar al laúd, que contó con la honorable interpretación de los Yoshida Kyōdai. La reputación mundial del dúo Yoshida no solo se fundamenta en el virtuosismo de los hermanos sino también en su versatilidad a la hora de adaptar el género folklórico a otros estilos.
Por todo ello, la velada del sábado 18 fue para L’Auditori una ocasión especial tanto para Santcovsky como para Ono, que asumió el reto no solo de estrenar un concierto de música contemporánea, sino también de resucitar la Ballet Suite nº1, op. 84 de Shostakóvich y el Romeo y Julieta de Prokófiev.
LOS BALLETS
La contrastante propuesta se inició así con la distendida y dancística suite que el maestro ruso estrenó en 1949 y, cuya gentileza e ironías de algún modo enmascaran las duras imposiciones de la censura soviética. La batuta de Ono dirigió con confianza y seguridad a una OBC muy cómoda en el despliegue orquestal de Shostakóvich, especialmente en la romanza y en la puntillista danza. Algo más de precaución en el tempo se apreció en la polka, ornamentada a gusto por la sección de flautas y protagonizada con brío por el fantástico equipo de percusión.
Con muy distinto enfoque, Prokófiev concibió su obra shakespeariana inspirada en la tradición romántica de los grandes ballets del siglo XIX, repleto de pasajes intensos y dramáticos de gran lirismo que han adquirido poco a poco gran fama en la cultura popular. Para el 11 de enero de 1940 (fecha del estreno oficial en Leningrado), Prokófiev ya había adaptado su ballet a una versión de concierto a pesar de la mala popularidad que cosechó entre bailarines y coreógrafos al considerarlo como “indanzable”. Con el tiempo, la fuerza musical de Romeo y Julieta ha acabado trascendiendo la dimensión escénica y constituyendo en su versión cencertística, ya todo un espectáculo orquestal. Así pues, tras cuatro años sin sonar en la sala grande de L’Auditori, el director japonés, en su personal selección de pasajes del Ballet, condujo a una solvente OBC muy atenta a los matices dinámicos, destacando en la dulzura en La joven Julieta.
CONCIERTO Y HOMENAJE A PAU CASALS
La parte central del programa la ocupó la peculiar composición de Fabià Santcovsky, que constituyó tanto un homenaje al maestro Casals como un concierto exótico y virtuoso, con alusiones no solo a la música sino también a filosofía oriental. El director Ono y el compositor ya compartieron programa en 2017 con otro estreno del compositor catalán, evento que sin embargo, no gozó de tanta expectación. En cuanto a la música, en sus veinte minutos de duración, la obra de Santcovsky pareció muy estable en sus tres secciones desde un punto de vista global, manteniendo un discurso orgánico y coherente desde el primer al último compás. La primera sección, dedicada a la exploración tímbrica a través de la orquesta, recreó una envolvente atmósfera a base de técnicas extendidas, efectos de percusión, destellos de shamisen y clústeres orquestales, evocando cantos y sonidos de aves. Al repetir determinados efectos, el discurso musical pudo cojear de estatismo, algo que la intensa actividad instrumental y las enérgicas intervenciones de shamisen lograron impedir. La sección central de la obra cumplió con el papel formal de gran cadenza, respetando así la tradición concertística en la que, claro está, se desarrolló una torrencial descarga de virtuosismo. Tras la batería de solos de los maestros nipones, la composición recobró su discurso timbrístico y culminó con una explícita citación del célebre Cant dels ocells, a modo de paráfrasis. Por si fuera poco, los hermanos ofrecieron unas exóticas variaciones sobre el famoso tema a modo de propina que entusiasmó a los oyentes de la sala.
Junto a los artistas invitados, el binomio Ono-OBC cumplió su papel al mismo nivel logrando un buen estreno. Sin duda, otro de los logros del concierto fue que el público, normalmente, no muy habituado a los estrenos de música contemporánea, entendiera y “aceptara” la propuesta de Santcovsky, que en su abstracción conceptual, permitió escuchar el canto de los pájaros en un descriptivo viaje oriental.