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Una ‘Sonnambula’ De Lujo

Una ‘Sonnambula’ de lujo

(Foto: ©Javier del Real)

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     DIC. 18, 2022

Vicenzo Bellini (1801-1835) murió joven, antes de cumplir los 34 años, pero nos dejó una serie de óperas belcantistas de mayor o menor complejidad. Entre el 15 de diciembre de 2022 y el 6 de enero de 2023 se representa en el Tetro Real “La sonnambula”, escrita en 1831. Independientemente de la juventud del catanés, esta partitura contiene arias, duetos, quintetos, cavaletas y hasta recitativos de no poca complejidad y resultados musicales muy logrados.

(Foto: ©Javier del Real)

Segundo reparto

En el papel de Amina tenemos a una grandísima Jessica Pratt, soprano australiana, que aborda el papel con un gran dominio de todos los registros, desde los escasos graves hasta las virtuosas líneas sobreagudas de su canto, que desde “Care compagne” hasta el postrero “Né te d’eterno affetto” deleita al respetable, no solo por lo atractivo de la música, sino por la buena factura de su trabajo, que encierra tanto a la alegre y optimista Amina inicial hasta la rechazada, doliente y melancólica del final del Acto I y de todo el Acto II, para acabar en el golpe de timón del final, todo ello, todos los cambios de carácter, provocados por el sonambulismo, gracias al cual su prometido, y todo el pueblo con él, la toman por infiel al amor que poco antes declaraba por Elvino y traidora a su palabra, pero también es el sonambulismo el causante de que, de nuevo, Elvino, y con él el pueblo que la acusó, reconozcan su juicio erróneo y su injusto trato a la enamorada Amina, para que acabe abrazada (lo que no fue posible en la presente escenografía) al decir “Ah mi abbraccia” a la par que el pueblo acusador, ahora arrepentido, le dirige a su destino con “vieni, vieni, vieni al tempio e ad piè dell’ara”, cumpliéndose así lo que en sueños anhelaba en un principio, sueños de pitonisa más que de sonámbula. Elvino, al que da vida el tenor italiano Francesco Demuro, acaba reconociendo su ceguera pertinaz y su peligrosa equivocación por no haber escuchado a su Amina, para lo que presta su instrumento de bello timbre y correcto fraseo pero que da la sensación de quedar a un escalón de su pareja escénica.

Lisa y Alessio son la otra pareja del melodrama que sirven para tramar una historia de amores alternativos, en el sentido de alternancia, no de opciones no planteadas en el momento al que Bellini le tocó vivir. Lisa a cargo de la soprano barcelonesa Serena Sáenz, la cual nos brinda unos números llenos de buen hacer, con una voz rotunda y afinada, que se completa con un buen trabajo escénico, en el que convence tanto en su pretendido despegue del afecto a Amina como en el intento de seducción del conde Rodolfo. Alessio, por su parte pretendiente de aquella, es en cambio un dulce personaje que busca la satisfacción de los demás, haciéndolo creíble el ya escuchado otras veces barítono aragonés Isaac Galán. El conde Rodolfo es el personaje pivotador de las dos parejas anteriores, si bien con distinta presencia cada uno. El conde, que pasaba por allí por asunto de herencias, se revela una persona sencilla y sin tacha que queda dolido cuando comprueba que el despechado Elvino no cree en su palabra. El bajo barítono argentino Fernando Radó trabaja un papel más que digno en lo vocal y en lo escénico.

La mezzosoprano gerundense Gemma Coma-Alabert y el tenor malagueño Gerardo López interpretan papeles circunstanciales pero que vertebran la ópera, como son Teresa, madre de Amina, y el Notario con un encomiable acierto.

(Foto: ©Javier del Real)

Los sueños de Ansa y Bacovich

Iratxe Ansa e Igor Bacovich son los responsables de una bella coreografía que quiere representar los sueños de la sonámbula, sus anhelos y sus pesares, aquello que el libreto no cuenta, pero que, precisamente porque no lo cuenta el libreto y no lo recogía la partitura, a veces parece excesivo y perjudicial para la unidad de la obra, independientemente del quehacer de bailarines y coreógrafos. Todo ello enmarcado en la propuesta escénica que dirige Bárbara Lluch, proyectando sobre el público el mundo onírico de la sonámbula, arriesgando así por una propuesta de muy pocos medios, que no funciona mal de forma genérica pero que nos lleva a planteamientos que alejan la propuesta de los escenarios más fieles, llevando a absurdos como tras pronunciar “De’suoi diletti in seno”, cuando no llega a abrazarse de ninguna manera. En esta escenografía, fruto de la coproducción entre el Teatro Real, el New National Theatre Tokio, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Teatro Massimo di Palermo, las luces, a cargo de Urs Schönebaum, ha intentado mostrar un mundo de sueños no solo compuesto de lo que se ha vivido sino de loque está por venir. 

(Foto: ©Javier del Real)

El maestro Maurizio Benini

La Orquesta Titular del Teatro Real suena clara, llena de matices y con capacidad de resaltar voces instrumentales solistas dentro de la masa orquestal sin demérito de ésta. Todo ello, no cabe duda, gracias al talento del maestro italiano Maurizio Benini, que acierta en su lectura desde la propia introducción. A ello hay que sumar el buen oficio del Coro Titular del Teatro Real, que, en actitud queda y monolítica en abierto contraste con los bailarines, efectúa diversos momentos que cierran una sonámbula de lujo a pesar del nada disimulado concierto de toses, murmullos y carraspeos que el respetable brindaba de forma paralela al discurso belliniano.

teatroreal.es

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